tiempo errático de palabras perpetuas
el procedimiento hacía alusión
al histrionismo rosa de una maceta de caños verdes.
habitaciones en compañía de madreselvas,
marchitas por la demasiada lluvia de las flores de neón.
un vampiro muerto y pálido como un mormón
le suspiraba bien cerca
como para volarle el flequillo.
afuera de la carpa del lobo,
venían volando los brujos,
tejiendo escarpines de lana roja.
dos ovillos grandes como tambores en tetas.
las sirenas de una férrea y conmovedora lucha,
en ruso trágico y contundente.
luego otro avión,
piezas de hotel,
donde los recuerdos de otras almas,
seguían a sus dueños entre sueños.
corría el riesgo de volver a la máquina para implantarse
otra memoria con sedimentos de otros actores:
muelles, gaviotas, lloronas digiriendo el todavía silencio de la vigilia.
un pueblo de pescadores,
el canto engullido de niños que no se quisieron lo suficiente.
vino entonces el repaso, a rastras traía los restos otros,
a condensarse en un sano equilibrio.
había otra instalación en el sueño,
un hábito de metales de feria en el estupor de las mañanas.
había que hacer y deshacer las sábanas,
mientras soñaba que resaltaba el primero de esos sueños que ya extrañaba.
¿cuándo abandonaría esa pena que tuerce el camino?
no tenía más palabras que cansancio.
le parecía sensato lo que decía esa voz de la sala,
que hiciera un pacto.
un pacto consigo misma.
¿por qué no perder las piedras que la mantenían atada a los materiales pesados?
finalmente dejarse caer,
pensaba entre tiempos.
tendría que haberse cuidado del karma,
de eso.
más allá de su voluntad,
era hablada y sin razón,
sólo por pura necedad,
aquellos caminos seguían
perpetuando aquel misterio.
la desaparición próxima de unos restos
que estaban siendo reconstruidos en la ciudad,
monstruosos riesgos.
tendría que haberse cuidado de su karma,
de eso.
ya no era ella mism
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